Por Sarah Moreno de El Nuevo Herald

Cuando Telmary Díaz camina por las calles de St. Clair, el barrio de Toronto, Canadá, donde vive desde hace un año y medio, con frecuencia escucha una voz de mujer que grita desde una ventana: ¡Qué equivoca’o! La frase, que da título a uno de los temas de A diario, su primer CD en solitario, se ha convertido en un himno femenino de rebelión ante aquellos hombres que llegan pintando villas y castillas y después se recuestan y no trabajan.

La cantante cubana, a quienes muchos llaman rapera, aunque ella prefiere el calificativo de »poeta de la calle», ha hecho popular el tema en sus conciertos en Canadá, y especialmente en su barrio, donde tradicionalmente han vivido portugueses, italianos y, ahora, muchos cubanos.

»Aquí se celebran unos carnavales con cervezas y cajitas de comida», informa Díaz, sin poder evitar la comparación con Cuba.

Sentada en el pasillo fuera del apartamento que comparte con su pareja, también músico –para que los ruidos no interrumpan la entrevista telefónica con El Nuevo Herald– Díaz ofrece un paseo por cada uno de los temas de su disco, producido por Roberto Carcassés y Yusa. También echa luz sobre la música cubana más reciente, marcada por uno de los grupos a los que perteneció, Interactivo: «Una nave comandada por Carcassés en la que cada miembro cultiva a su vez una carrera individual».

Rezo, el primer tema que escribió sola en su totalidad, inaugura el disco con una invocación a Elegguá en la voz de Descemer Bueno. »Los cantos a los orishas son una de las raíces del hip hop cubano, junto al repentismo», opina Díaz, refiriéndose a los ritmos afrocubanos y a la improvisación de décimas, típica de la música campesina. Para ella, quienes cultivan el género en la isla deben inspirarse en estas manifestaciones autotóctonas y no en los raperos norteamericanos.

Fiesta nació de la amistad. Telmary llegó a casa de Athanai –»el rapero blanco», como lo llama– en España, y éste la recibió con el saludo: »Fiesta, para que te la sientas». ‘Salió muy orgánicamente. Le dije `es un coro’, y nos encerramos en el estudio y grabamos Fiesta».

Pa’ que vuelva lo escribió de un tirón en una cabina telefónica de Madrid. Dedicado a Frank, un baterista que hoy es su pareja, y enriquecido con el saxofón de Ariel Bringuez, surgió de una noticia desgarradora.

»Me enteré de que se había quedado en Canadá», recuerda acerca de lo que le comunicó Frank desde el otro lado del Atlántico. ‘Luego me dijo: `Sigamos juntos y verás que la vida nos va a unir’ ».

Un viejo amor, William Vivanco, la acompaña interpretando Mr. God. Compuesto por ambos, el tema incluye parte de la letra en inglés, idioma que Díaz aprendió cuando estudiaba Lengua y Literatura Inglesa en el Instituto Pedagógico de La Habana.

Marilú, compuesto por Juan Formell, tiene nuevos arreglos de Díaz para A diario y la voz de Mayito Rivera, de Los Van Van. »Mi mamá se llamaba Marilú, era periodista de Radio Rebelde, y falleció en 1985. Fue amiga de Formell y siempre bailaba esta canción», comenta la cantante, que desde niña escribía poesía y soñaba con ser periodista como su mamá, aunque también tenía habilidades para las ciencias e incluso llegó a ganar un concurso nacional de Física.

Sueño brujo, con el grupo español Ojos de Brujo, mezcla el flamenco con el hip hop. La fusión apasiona a Díaz, que además de »poeta de la calle» acepta llamarse jazz poet porque la improvisación y libertad del jazz la apasionan. Si de algo se precia en sus diferencias con los clásicos intérpretes del hip hop es de tocar siempre con músicos en vivo. También se aparta de la agresividad de la mayoría de las letras.

»Ustedes quieren que me ponga roja y grite. Con mi femineidad voy a lograr que me escuchen igual; equilibrar es la palabra clave», dice, negándose a imitar a los raperos hombres.

La sensualidad de su voz, los sombreros, pañuelos, turbantes y las prendas artesanales que viste, las mismas que fabricaba con sus manos y que en un tiempo le ayudaron a pagar la renta –en dólares– en Cuba, reafirman que disfruta ser mujer.

»La parte sensual me sale natural. Es lo bueno de no haber estudiado música. No estoy atrapada por ningún tono ni técnica. Soy una persona de palabras», confiesa.

El gusto por »actuar» las palabras cuando canta le ha abierto puertas a filmes como Havana Blues, del español Benito Zambrano, y al más reciente Alborada Carmesí, una película de suspenso colombiana filmada en parte en La Habana por el periodista Luis Hernán Reina.

»Hay un duelo musical entre el Diablo y yo», adelanta la cantante de su rol en Alborada Carmesí, que probablemente se estrene en septiembre en el Festival de Toronto.

Fuente del texto e imagen: http://www.elnuevoherald.com/entretenimiento/revista_viernes/story/245410.html